17, 18 y 19 de octubre.
“I JORNADAS NORPATAGONICAS DE EXPERIENCIAS EDUCATIVAS EN
CIENCIAS SOCIALES PARA LA ESCUELA SECUNDARIA; II JORNADAS PROVINCIALES DE
GEOGRAFÍA, CIENCIAS SOCIALES Y EDUCACIÓN (NQN)”, Res. DESyF N° 1853/13.
Nombre de la mesa: La
perspectiva de “géneros” en la investigación en Ciencias Sociales
Coordinadora: Sandra
Usabarrena
La
Brujería en el Occidente Medieval
Un
Análisis desde la Perspectiva de Género
“No, no iré. Porque
allí donde está la mujer, se halla el pecado;
Allí donde está el
pecado, se halla el demonio;
Y allí donde está el
demonio, se halla el infierno.”
San Lugido, Subsidia Hagiographica.
Introducción
Cimentado
por un vasto imaginario social[1] que responde a un complejo
andamiaje, y solo a modo de síntesis,
podría afirmarse que la sociedad feudal, se encontraba dividida en tres
estamentos u órdenes claramente delimitados, a saber: los/as que oran, los/as
que guerrean y los/as que trabajan la tierra. De modo tal, la civilización
feudal, que conoció formas disimiles de expansión y mutación, se caracterizó
por inducir una síntesis
entre diversos sujetos sociales cuyos componentes étnicos, lingüísticos,
culturales y geográficos, no coincidían la más de las veces, posibilitando,
retardando o impidiendo el progreso de disímiles formaciones sociales de producción. No obstante, el cristianismo
vendría a dar cohesión a todo el Occidente Medieval. Para tal efecto, la
Iglesia combatió, en Europa en general y en la Península Ibérica y Francia en
particular, a numerosos movimientos que se le oponían, calificándolos como
sacrílegos y heréticos. Sin embargo, el punto de inflexión sería el 5 de
diciembre de 1484, cuando el Papa Inocencio VIII anunció la bula “Summis desiderantes affectibus” que
consideraba la brujería como una herejía y por lo tanto sentaba las bases de
una ininterrumpida política eclesiástica de persecuciones por más de tres
siglos -hacia las prácticas de hechicería- institucionalizando la guerra contra
las mujeres. En este contexto, Ulrich Molitor, circa de 1498, confirmaba la
pena capital sobre la secta de las brujas,
“ya que por su apostasía y su corrupción, esas mujeres han renegado
completamente de Dios y se han entregado al Diablo[2]”. Varios pasajes bíblicos,
se encaminaban en esa dirección, pero ninguno de forma más precisa que Éxodo
22.18; No dejarás que la bruja viva.
Así, la
sociedad medieval acentuó
la dominación masculina a través de la doctrina moral cristiana, como una forma
ontológica, de menospreciar a la mujer, al aseverar la clasificación del sexo
femenino como secundario, débil y por lo tanto propenso a las tentaciones
demoniacas, imponiendo al mismo tiempo, las convenciones androcráticas
heredadas del derecho romano y también arraigadas en las tradiciones
germánicas. Al decir de Iris Marion Young, los grupos que gozan de estos
privilegios -en nuestro caso la Iglesia y la Caballería Feudal ambos estamentos
dominados por el sexo masculino- se comportan como si tuvieran derecho a hablar
y ser escuchados, y los demás integrantes de una sociedad, los tratan como si
tuvieran ese derecho y por último, disponen de los recursos materiales,
personales y organizativos que les permite mantener ese privilegio[3].
El
extenso y tumultuoso período que va desde el siglo XV hasta el siglo XVII, ha ganado relevancia
entre los debates historiográficos de los últimos años, pues se advierte,
como punto cardinal de una lenta
transición hacia la modernidad
acaecida en la Europa Occidental. Será precisamente, durante esta etapa, cuando
el fenómeno de la brujería tendrá su
pináculo. Pues aparece enérgicamente, en las mentalidades de la época, la
necesidad de romper los lazos que la atan a la antigüedad. De modo tal,
terminar con aquellas prácticas que escapaban al control de las autoridades y
del nuevo orden que se estaba gestando, sería la prioridad de la autoridad
eclesiástica vía El Tribunal del Santo Oficio, es decir La Inquisición. En este contexto, la categoría mujer se incorpora a la sociedad medieval en forma diferencial y
con fortísimos ánimos de exclusión, pues no han sido totalmente incorporadas en
lo humano[4].
De tal manera, el presente trabajo intentará dar
cuenta sobre los principales elementos del fenómeno de la Brujería en el
occidente europeo. Más precisamente, aquellos que se refieren a la intervención
sobre el cuerpo de los/las sujetos acusados y acusadas de practicar la
hechicería y de realizar pactos con Lucifer. Es importante, resaltar que las primeras víctimas de
inculpaciones sobre Brujería serán mujeres, y que buena parte de la violencia
ejercida se cometió sobre ancianas que sin duda eran inocentes. Esto nos obliga
a indagar al respecto; ¿por qué es la mujer el principal objetivo de esta
persecución? No se pretende, sin embargo, llegar a responder acabada y
definitivamente este interrogante, empero anhelamos sí generar un punto de
partida para futuras investigaciones sobre el tema en cuestión.
[1] Compartimos la línea de
pensamiento de Jorge Belinsky, en su: Aproximación indirecta: Lo imaginario en la
perspectiva de Jacques Le Goff. De tal forma, lo imaginario puede
definirse como conjunto de representaciones y referencias —en gran medida
inconscientes— a través de las cuales una colectividad (una sociedad, una
cultura) se percibe, se piensa e incluso se sueña, y obtiene de este modo una
imagen de sí misma que da cuenta de su coherencia y hace posible su
funcionamiento.
[2]
Véase: Ulrich Molitor, Des Sorciers et Devineresses, 1489, p 81.
[3] YOUNG, Iris Marion, “Vida Política
y Diferencia de Grupo”, en: CASTELLS,
Carme, (Comp.), Perspectivas feministas
en teoría política, Barcelona, Paidós, 1996, p. 112.
[4] Véase: BUTLER, Judith, Deshacer el Género, Barcelona, Paidós, 2006, p. 63.
Lic.
Cammarota Fernando
Universidad Nacional del Comahue
Facultad de Humanidades
Centro
de Estudios Clásicos y Medievales